Buena deportista, mala persona

     Dicen que es mejor parecer idiota que abrir la boca y demostrarlo. Y no podría estar más de acuerdo.

     Hasta hace bien poco Yelena Isinbayeva era para mi únicamente una pertiguista estupenda. Vamos, la mejor del mundo. Nadie como ella ha pulverizado tantos records mundiales en una disciplina -con permiso de Mr. Bolt y de Lance Armstrong: Uno de velocidad y el otro de drogaína-. 

     Mejor atleta del año en 2.004, 2.005 y 2.008. Medalla de Oro en los Mundiales de Helsinki 2005, Osaka  2007, Berlín 2.009. Oro en los campeonatos Europeos y del Mundo Indoor en Budapest 2004, Madrid 2005, Moscú 2006... Oro en las Olimpiadas de Atenas 2.004 y Pekín 2.008 con unas marcas dignas de una heroína, de una semidiosa. 

Alcooohoooool, alcooooohooooool...
Alcooohoooool, alcooooohooooool...

     Pero Yelena no sólo entrena duro y pega saltos de casi 5 metros. También se peina y maquilla estupendamente y da ruedas de prensa, eso sí, muy bien acompañada de una recua de guardaespaldas y todo un elenco de lameculos integrales. En ese momento se viene arriba y abre su preciosa boca y sonríe, mostrando todos sus dientes blanquísimos y perfectamente alineados. Y ahí desciende de nuevo al mundo de los mortales. Y Zeus la ve alejarse del Olimpo, haciéndose cada vez más pequeñita...

     Un periodista sin escrúpulos y ávido de titulares le preguntó qué le parecía que las saltadoras suecas hubieran apoyado públicamente la comunidad gay tras la devastadora ley anti-gay rusa. Ella podría haber respondido de manera evasiva. Podría no haberse pronunciado, pero no lo hizo, porque Yelena es una bocazas. 
Porque ninguna persona en su sano juicio apoyaría una ley de exclusión y represión en pleno siglo XXI. Porque a gays que exhiben su sexualidad con orgullo les están dando palizas brutales en el país al que ella representa tan orgullosa.

     Porque ya está bien de que la gente se tenga que esconder por hacer algo que tipejas como Yelena no consideran "normal". Porque un gay en su sano juicio no supone ninguna amenaza mayor que un heterosexual en su sano juicio ni ninguna otra persona.

     Porque ya estamos hartos de oir de boca de deportistas bocazas el discurso de Yelena: «Simplemente vivimos hombres con mujeres y mujeres con hombres» y de politicuchos con cargos heredados historias de manzanas con manzanas y peras con peras. Ya está bien.

     Pero claro, qué va a decir Yelena. Pues que en Rusia todos son muy machos, como demuestra su Presidente, que parece más un Madelman que un mandatario:

Meanwhile in Russia
Meanwhile in Russia

     Pero hay una cosa en todo esto que aún rechina más que todo lo anterior. Yelena también fue premiada con el Príncipe de Asturias en 2.009, premio que se otorga a los grandes deportistas, que además son ejemplares en vida y obra. Y Yelena no lo es. 

     Equipararla al gran Severiano Ballesteros (quién lo recibió en el 89) es como mearle en la tumba. Y Seve no se lo merece, pero quizá Yelena sí. Y cuando dentro de unos años, algún ruso borracho de vodka se acerque a su lápida a orinar, quizá pueda leer en su epitafio: 
«Si permitimos que (los gays) promuevan y hagan todo eso en la calle estaríamos muy preocupados por nuestro país, porque nos consideramos gente normal.» 

Más le vale al señor Putin tratar bien a la que, hasta ahora, había sido mi semidiosa favorita. Me temo que lo vaya a necesitar.


Palabra de menda.