No me llames iluso

No me llames iluso porque tenga la ilusión.  
Si la suerte es caprichosa, el amor es ciego.  
Y con el tuyo me ha tocao el cupón. 

     Los que ocupamos la parte capitalista del mundo somos tremendamente caprichosos. Nuestra única preocupación, una vez cubiertas las necesidades básicas mensuales (vivienda, coche, suministros, cerveza, ...), consiste en ahorrar tacita a tacita hasta poder adquirir el próximo gadget que tengamos en mente.

     El último destrozo de Justin Bieber (o de los grandísimos Extremoduro) en MP3, el nuevo modelo de Apple -iPhone 7S Plus Ultra Legendary Edition de todos los Santos©-, el estupendo SmartWatch que nos cuenta pasos, lee WhatsApp, organiza nuestro calendario e incluso nos da la hora haciendo un giro de muñeca.

     Saltamos de capricho en capricho cuál piojo en cabeza poco aseada, como si nos fuese la vida en ello. Ahora en Navidades es incluso peor. Atrás quedaron los años de la crisis y el consumismo: Con-su-mismo coche, con-su-mismo sueldo, con-su-mismo trabajo.... (Ba Dum Pssst!). En esta época parece que nada sea suficiente para contentarnos ni a contentar a los que nos rodean.

     A todos se nos escapa una lagrimita cuando vemos la campaña #YoCambioMiRegalo, en el que le preguntan a un grupo de personas en qué consistirá su regalo de Navidad a la gente que más quiere, y cuando todos van con lo material por delante les repreguntan: ¿Y si fuese la última Navidad de "Pepito"?

Directo a la patata

     Y es que en Navidad nos ponemos especialmente blanditos con estas cosas. Por que la gente tiene que ser muy feliz en esta época del año. Y hacer feliz al prójimo. Y ser buena persona. Porque para eso es Navidad, para hacer feliz a la buena gente.

     Por eso no se extraña uno que cuando a Carmina la octogenaria está viendo la televisión, se le crucen los cables y un día antes del sorteo del Gordo de Navidad crea que su décimo ha sido premiado, en vez de sacarle de su error, su hijo movilice a todo un pueblo costero y lo celebren juntos:

     Que haga que el del bar descorche champán para brindar, las marujonas de la peluquería de la Juani te digan que te lo merecías, que el lotero se ponga un camiseta de "El Gordo vendido aquí", que la Guardia Civil te corte la carretera para que vayas andando con los 40 paletos del pueblo al faro a comer marisco recién pescado como para una boda ¿? ...

     Pero ojo, que llega el detalle. El hijo no es tan malo como puede parecer en un principio. Cuando se ha reído bastante de su madre y comido para una semana por la gorra decide que es buen momento para confesar; Que chochea. Que se le ha ido la olla. Que el sorteo no es hasta el día siguiente y lo que ha visto es un avance informativo.

     Entonces el anuncio pega un giro inesperado y Carmina le dice a su hijo que lo que realmente quiere hacer con el décimo es compartirlo. ¿Puede haber algo más absurdo?

Carmina o revienta

     Mis más fieles lectores bien saben lo mala persona que soy. Siempre pensando en cómo hacer el mal (sin ganarme el tortazo que se llevó #CaraAnchoa, claro). Pero creo que ni siquiera yo podría ser tan cruel con la madre que me parió. Y es que, como viene sucediendo en los últimos años, el anuncio de Navidad de la Lotería apesta a naftalina.

     Si pensábamos que juntar en un mismo espacio-tiempo en 2013 a David Bustamante, Niña Pastori, Marta Sánchez, Montserrat Caballé y Raphael para perpetar un villancico fatality, o al año siguiente conocer al camarero de "eres un tacaño, pero te he guardado el décimo en un sobre", o su remake animado del guardia jurado que jugaba por la noche con maniquíes en una fábrica (argumento de peli de terror) iban a ser insuperables, lo llevábamos clarinete.

     Y es que la vida te da sorpresas, y si no te las da, tus hijo se las inventa.

     No es de extrañar que los mayores hayan alzado su voz. Semejante trato vejatorio, ridiculizando a la pobre señora no es para menos. Una cosa es que la Navidad nos vuelva a todos un poquito gilipollas, y otra es que nos esforcemos en que los demás lo parezcan.

     Dispuestos a ridiculizar, yo habría rematado el anuncio con el hijo contándole a la vieja que se lo han pasado pipa a su costa, descojonado señalándola con el dedo y diciendo: "Abuela, no se preocupe que por lo menos tenemos salud. O no...".

     Si mañana le toca la lotería a alguien cercano ya me encargaré de recordarle que el mayor premio es compartirlo.

Porque lo importante es hacerle feliz. Y si no, lo importante es que tenemos salud. ¿O no...?



Palabra de Menda.