Distancia social: 2 metros

     “La noche es más oscura justo antes del amanecer. Y os lo prometo: está a punto de amanecer”. (Harvey Dent, ‘El Caballero Oscuro’)

     Nancy Lasuzzo había llegado a Vintage Realty Company unos años atrás en plena recuperación: personal, tras levantar cabeza de una dolorosa ruptura, y profesional, dejando atrás los "años de plomo" del sector inmobiliario. Fueron unos primeros meses de prueba durísimos: Pocas ventas, menos comisiones, usuales quebraderos de cabeza y bastantes horas extra con todo por demostrarles a sus nuevos empleadores.

     Su verano había sido vivir para trabajar, literalmente, así que, si había alguien que de verdad se merecía esa escapadita era Nancy Lasuzzo. El calendario tachaba los primeros días de Octubre de 2019 y por fin pondría fin a los 5 meses de "confinamiento" forzoso que su jefe le había requerido cubrir. 

     Lo tenía todo preparado: la maleta llena de bikinis, gafas de sol, una toalla y todas las ganas del mundo para pasarlo bien. En el aeropuerto cayó en la cuenta de que no había cogido su cámara de fotos, así que aprovechó la excusa para hacerse un regalo y darse el capricho de comprarse una  de esas action cam. Vivencias como las que iba a tener merecían la pena ser inmortalizadas.

     La Isla Guadalupe, en la Francia de ultramar, es uno de esos paraísos bañados por el Mar Caribe, que en esa época del año aseguraba a los guiris unas playas espectaculares con un sol estupendo y una mar rasa ideal para practicar deportes acuáticos. Pero a Nancy Lasuzzo sus amigas le habían convencido para hacer una inmersión con tiburones. Nancy Lasuzzo, que lo más profundo que había nadado nunca era en lo profundo de su bañera, se vio de repente sumergida en una jaula y rodeada de tiburones blancos y flanqueada por una sencilla máscara y un respirador.

     Un tiburón blanco cuyo nombre es 'Bullet' y que mide más de cinco metros, impone bastante. Si se acerca y abre la boca, dejando asomar sus varias hileras de dientes, ya infunde cierto respeto. Si además, traspasa esa supuesta barrera de seguridad de dos metros y se pone a sacudir la jaula lo que te recorre la espina dorsal es MIEDO. Y es que al ver pasar de cerca a la muerte el respeto queda a un lado. No culpo a Nancy Lasuzzo de haber sentido miedo y de devolver su traje de buceo teñido de marrón:



     En España ha ocurrido algo parecido con el Covid-19. 

    Al principio lo veíamos como una gripe. Tan lesivo como los besos de esa tía-abuela a la que vemos de Pascuas a Ramos, como esa una gripe estacional a la que estamos acostumbrados. Lejana como el país dónde se originó.

     Como si se tratara de un gadget comprado en Aliexpress, teníamos asumido que el cartero tardaría más de 4 semanas en aparecer con nuestro paquetito desde Wuhan. Pero ha venido de repente, y por mucho que algunos científicos levantaron la voz de alarma, aquí nos lo tomamos con la misma seriedad que nos tomamos la mayoría de las cosas. Haciendo memes y enviándolos por WhatsApp.

     Nuestro Gobierno empezó a emitir tímidos comunicados y someras restricciones. Nos pidió quedarnos voluntariamente en casa, pero nos creíamos tan inmunes que hubo quiénes se saltaban el encierro para salir a hacer deporte por la calle, llevar a los niños a los columpios, pasar el día en la montaña... Le habíamos perdimos el respeto. De poco servía que los médicos insistieran en que nos quedásemos en casa, que íbamos a colapsar el sistema sanitario. Se veía como algo exagerado y sin demasiado recorrido. Qué equivocados estábamos.

     En medio de la incredulidad se erigió Fernando Simón como portavoz de la Ciencia en nuestro país. Un hombre de sobrado y demostrado talento, que nos explicó con manzanas y con peras el motivo del confinamiento. Pero ni con esas se libró del meme.



     A día de hoy, 9 de Abril, después de más de cuatro semanas de confinamiento, las tres últimas en Estado de Alarma, con más de 152 mil casos diagnosticados y más 15 mil muertos, la cosa da bastante más que respeto. Así pintaba el Centro de Madrid un Jueves Santo a las 9 de la mañana:

No, no es Abre los ojos

     Apenas pisamos la calle, y cuando lo hacemos, es con plena desconfianza. Y es que en cinco semanas hemos pasado de hacer la compra codo con codo, a hacerla con un cupo por supermercado con unas medidas higiénicas excepcionales y con colas en la calle, separados entre nosotros a casi 5 metros.

     Y es que, pensando que los demás puedan estar infectados y con el claro objetivo de no llevar el virus a tu familia, la distancia social de dos metros recomendada por las autoridades sanitarias se queda corta. 

     Vale, la foto actual la tenemos clara, así como las recomendaciones: Salir con guantes, no tocarnos la cara, no toser ni estornudar en la mano. Algunos van más allá y recomiendan 'lavar' la compra según llegamos a casa con una solución de agua y jabón o incluso lejía...

     La gente abre la puerta de su casa con miedo. Abriendo una rendija, como queriendo evitar que se les escape la propia vida por el hueco. Pero, ¿qué va a pasar después, cuándo hayamos doblegado la curva de infección y podamos salir de nuevo a la calle? ¿Bajaremos sin guantes, sin mascarilla, sin miedo? ¿Abriremos de nuevo las puertas de nuestras casas de par en par? ¿Volveremos a saludarnos efusivamente con nuestra familia? ¿Con un compañero de trabajo? ¿Nos enrollaremos con el primer desconocido en Tinder/Grindr? No lo creo.

     Nuestra sociedad habrá cambiado. Nuestros hábitos lo harán. Las reuniones de amigos y familiares nunca van a ser lo mismo. Vale, igual con el tiempo vuelves a repartir abrazos y besos en las mejillas a diestro y siniestro, pero seguro que ya a ninguno se nos olvida lavarnos las manos antes de sentarnos a comer. O durante la comida, o cuando estemos esperando los postres... 

     No hay nada de malo en tenerle respeto al virus. Tampoco si en algunas ocasiones sentimos desconcierto, incluso miedo. 

     Como dice la canción de La Oreja de Van Gogh -a los que, por cierto, no se les recuerda otro éxito posterior al 11-M-: Volveremos a juntarnos, volveremos a brindar...

     Con el tiempo es probable que no volvamos a salir a las 8 a nuestras terrazas a aplaudir a los sanitarios, militares, Fuerzas de Orden, conductores de transporte público, trabajadores de los supermercados, de la limpieza, empresas y particulares que están fabricando máscaras y protecciones y, en general, a todos los que están cuidando de nosotros. Pero no les olvidemos. Muchos de ellos estaban antes de la irrupción del coronavirus, lo siguen estando ahora y lo seguirán estando después. 

     Entonces será el tiempo de exigir y de recordar. Exigir mejores condiciones para todos ellos. Sobre todo los sanitarios, quiénes podrían aprovechar la coyuntura para hacer una huelguita que les mejore sus contratos, y aquí están dando el callo.

     Y recordemos, que fueron ellos, y no los putos futbolistas, quienes nos mantuvieron con vida. Algunos incluso se la dejaron en el camino.



Palabra de Menda.

Nota del autor: La historia de Nancy Lasuzzo es real. Me he tomado alguna licencia, pero @nrdg08 pasó unos momentos regulares sumergida en aquella jaula. Dudo que se vuelva a acercar a menos de dos metros de un tiburón blanco otra vez...